“La maja desnuda” (1797-1800), de Francisco de Goya – Wikimedia Commons

Desde el 30 de octubre hasta el 20 de enero, el Palacio Real de Madrid alberga la exposición Goya y el Infante don Luis: el exilio y el reino. Aprovechemos la ocasión y hablemos del genio aragonés, de sus contradicciones internas, de su pintura, de su tránsito de la luz a la sorda oscuridad.

El boceto, destinado a una de las muchas piezas de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, no llegó a ser tejido. Es un lienzo de 44 centímetros de altura y casi un metro de largo, pintado con colores suaves y claros. En él se ve una multitud en la ribera del río Manzanares el día de la fiesta de San Isidro. Dos mujeres sostienen un quitasol. A su lado, dos hombres hablan de ellas. A lo lejos se puede ver Madrid: el Palacio Real, la Iglesia de San Francisco el Grande. Es un día de diversión, de bailes, de juegos.

Han pasado treinta años. La misma pradera aparece ahora en una atmósfera viciada y amenazante. La gente parece haberse vuelto fea, loca, desesperada. Un puñado de hombres se hacina en la mitad izquierda de una inmensa pintura. Un metro y medio de alto por casi cuatro metros y medio de largo. ¿Qué ha pasado?

Lo que ha pasado es que Goya ha visto a la codicia esquilmar su país, al poder reprimir las libertades. El pintor ha oído que las tropas de Murat han ejecutado a cuatrocientos madrileños el tres de mayo de 1808. Ha compartido casa y tiempo -no se supo nunca si algo más- con la duquesa de Alba. Se ha quedado sordo y ha dado rienda suelta a sus demonios. Y nunca ha dejado de pintar, de esbozar, aunque tuviera que coger una lupa para componer sus cuadros -como hizo con La lechera de Burdeos-.

Quién fue Goya y en qué se convirtió. Dice Félix de Azúa en su artículo «El más famoso desconocido»:

Nuestro pintor más universal es, también, el más misterioso, como si su sordera se hubiera extendido hasta afectar a la Historia misma. La documentación sobre su vida es escasa y la que nos ha llegado no informa acerca de lo que este hombre podía pensar realmente sobre las cosas, los sucesos y las personas. Valga el asunto celebérrimo de sus trabajos para la duquesa de Alba. Sólo han servido para que cuatro cerebros efervescentes inventaran historias salaces, sainetes de tonadillera y toreador.

«Duquesa de Alba» (1797), de Francisco de Goya – Wikimedia Commons

De Goya sí puede decirse que nació en Fuendetodos, provincia de Zaragoza. Que desde allí, tras dejar parte de su blanco talento por los pueblos y ciudades de Aragón, viajó a Italia, donde obtuvo una mención especial en un concurso de la Academia de Parma. Volvió a Aragón, pero quería ir a Madrid. Allí, gracias a su cuñado, Francisco Bayeu, consiguió empleo elaborando cartones para tapices encargados directamente desde la Corte. Aquí se verá al Goya más vitalista, con colores saturados, paisajes limpios, trazos suaves; dicen Rose-Marie y Rainer Hagen: «Con los cartones para tapices, Goya puso pie en Madrid; con sus retratos se labró un nombre». Goya, en efecto, se ganó la vida haciendo retratos. Tanto los cartones para tapices como los retratos fueron encargos en los que Goya tuvo pocas posibilidades, aunque exprimió aquellas de las que dispuso para ironizar o ridiculizar.

¿Es este un albañil borracho o un albañil herido? ¿Ilustra aquí Goya los vicios de las clases bajas o denuncia su desamparo? Un constante dilema sin resolver será una de las claves de la vida del pintor aragonés. Por un lado, Goya, procedente de un pueblo, era un advenedizo al que le producía especial placer ascender en la escala social. El trato con la nobleza, su condición de Pintor de Cámara del Rey… Eran dones demasiado poderosos como para rechazarlos. Por otro lado, Goya veía fallos en la sociedad, y además tenía un silvestre e irreprimible mundo interior: brujas, viejos deformes, locos, murciélagos con rostro de búho… Eran dones demasiado poderosos como para rechazarlos.

¿Cuál es la solución? Para no convertirse en el asno de Buridán y morirse sin hacer nada por no traicionar ninguna de sus dos pasiones antagónicas, Goya siguió pintando lienzos por encargo pero comenzó a desvelar en aguafuertes y aguatintas su crítica más mordaz a aspectos de la realidad española por los que sentía repulsa: el sedicente honor de los hidalgos, que no sabían hacer nada y sólo vivían de la renta y del recuerdo de un tiempo pasado al que se aferran y al que sin duda no pertenecen; al terror de la Inquisición y de los sacerdotes más recalcitrantes; a la estupidez, a la violencia contra la mujer.

«¡Lo que puede un sastre!» (1799), de Francisco de Goya – Wikimedia Commons

De este modo, conviven en un mismo tiempo sus retratos de Gaspar Melchor de Jovellanos o de Godoy con sus Caprichos. En efecto, los Caprichos de Goya pretenden escapar de cualquier imposición. Goya seleccionará sus mejores grabados y los pondrá a la venta a través de un anuncio en el Diario de Madrid en 1799. Con su obra, Goya pretende mostrar «la censura de los errores y vicios humanos… extravagancias y desaciertos que son comunes en toda sociedad civil». No vende muchos -quizás por presión de quienes se sienten atacados- y dona el resto de ejemplares al rey. Hoy, la Imprenta Real los conserva. A mediados del siglo XIX volverán a imprimirse. Y entonces, cuando Goya está muerto, triunfan. Según los Hagen: «Las series de grabados, y no los lienzos, son las que cimentarán la fama de Goya en Europa».

Goya será uno de los exploradores del romanticismo. Lo que los cartógrafos descubran y plasmen en la segunda mitad del siglo XIX, ya lo habrá adelantado el pintor. En la exposición virtual que la Universidad de Zaragoza ha hecho sobre Goya, se puede leer:

A principios del siglo XIX Goya empieza a apuntar temas netamente románticos, como las crónicas de actualidad -ciclo de la Captura del bandido Maragato-, las escenas de brujería, el papel político del pueblo -por ejemplo, el famoso Dos de Mayo- y la fascinación -siempre crítica, eso sí- por la violencia.

La violencia -y no el enfrentamiento entre un bando malo y uno bueno, como era norma en la pintura de desastres y guerras- será lo que transforme al hombre en una bestia. Los Desastres de la Guerra, su segunda serie de grabados, son horribles. Pero no toman partido. Hagen:

Se trata de imágenes sin una estricta toma de partido, ni en favor de los ideales de la Revolución Francesa ni de la fama del propio país. Tanto franceses como españoles son víctimas de la crueldad y en muchas ocasiones ni siquiera resulta fácil observar en qué bando mata o muere cada uno. Todo esto resulta nuevo en el arte occidental. Desde los egipcios y los griegos, la representación de la lucha siempre ha servido para honrar a los vencedores, pues solo quien ha salido victorioso quiere eternizar sus hazañas y por eso realiza el encargo. Sin embargo, Goya no trabaja por encargo y la estampa con Agustina de Aragón al pie del cañón es la única en la que se aprecia algo así como una admiración por los héroes. No hay vencedores. A Goya solo le interesa reflejar cómo tratan los hombres a los hombres, cómo el caos y la lucha hacen de los ciudadanos bestias.

«Los fusilamientos del 3 de mayo» (1814), de Francisco de Goya – Wikimedia Commons

Los dos únicos cuadros en los que Goya sí se posiciona son dos obras realizadas seis años después de los acontecimientos que representan: El 2 de mayo de 1808 en Madrid (La carga de los mamelucos)Los fusilamientos del 3 de mayo. Goya en una carta: «Siento ardientes deseos de perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa». El segundo de estos cuadros se convirtió en un hito de la pintura por su ruptura con los valores del arte neoclásico: aquí es el pueblo el que simboliza el heroísmo, y no los héroes artificiales de banda y medallas o de caracteres sin fisuras. No hay compasión en la composición del cuadro. Tampoco humanidad en los ejecutores. La figura principal, iluminada por fanales puestos en el suelo, tiene estigmas en las manos. Cristo se convierte en el pueblo, y el pueblo lucha contra la invasión. Es la Guerra de la Independencia y todas las guerras.

Creo que el compromiso de Goya fue con la libertad del pueblo, no con su tradicional barbarie. Muchos de sus amigos eran afrancesados y se fueron a otros países por miedo a represalias. Muchos fueron ejecutados por sospechas de colaboración con los franceses. Pasó lo que lleva ocurriendo desde que el hombre es hombre (o bestia): las víctimas se convirtieron en verdugos.

Agobiado por su sordera y por un ambiente viciado, Goya se recluye en la conocida como «Quinta del Sordo». Allí pintará sus paredes con cuadros que representan la soledad, la estéril violencia entre hermanos, la vejez, la desesperación o la sinrazón. Será su última serie de obras en España -además de los grabados de los Disparates-: las Pinturas negras. Una de las más conocidas es el cuadro Saturno devorando a su hijo. En él, Goya representa con crudeza el mito de Cronos o Saturno, quien se comía a los hijos recién nacidos de Rea por miedo a que uno de ellos lo destronara. Muchos lo comparan con el cuadro Saturno devorando a su hijo, de Peter Paul Rubens, pero el pintor aragonés dibuja aquí a un dios humano en su profunda debilidad y desesperación, agarrando con fuerza el cuerpo mutilado de su hijo, decapitado y manco.

«Saturno devorando a su hijo» (1819-1823), de Francisco de Goya – Wikimedia Commons

En las Pinturas negras también se encuentra un originalísimo cuadro: Perro semihundido. En él, sólo una pequeña parte del lienzo la ocupa una figura reconocible -la cabeza de un perro-. No se sabe qué es el resto. En el libro de los Hagen: «En ninguna otra obra ha plasmado Goya el vacío de un modo tan radical y contra toda la tradición artística».

Puede ser que la radical novedad de Goya sea consecuencia de sus contradicciones. Tras solicitarle un permiso de seis meses al rey, cruza la frontera. Muere en Burdeos cuatro años después sin volver a ver España. Amigo de afrancesados y de los mozos; defensor del pueblo al servicio de los poderosos. Un pintor con un rostro corriente. Un ferviente admirador de Velázquez. Un sordo.

«La maja vestida» (1802-1805), de Francisco de Goya – Wikimedia Commons

Un genio.

Fuentes

Francisco de Goya : 1746-1828, Rose-Marie y Rainer Hagen, Madrid, Taschen, 2003

Noticia sobre la exposición en El País

Wikipedia (Asno de Buridán, Disparates)

Artículo sobre Goya en Jotdown

Exposición virtual de la Universidad de Zaragoza sobre Goya

Fotos: Wikimedia Commons